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Hamás gana. Israel pierde (y II)

Hamás, como era de esperar, ha logrado lo que se proponía: primero, un lavado de imagen que lo hace pasar por un partido víctima que ayuda al pueblo palestino (cuya pobreza no sólo no ha evitado sino que además necesita, como partido-vampiro); segundo, un alto grado de identificación con todo el pueblo palestino (no hay que olvidar su estrategia de asimilación de la causa palestina con el islamismo, la imposición de la sharia como ley, o el golpe de Estado que se cobró la vida de centenares de palestinos de Al Fatah, así como la expulsión de este partido de la franja), y, tercero, un apoyo incondicional de un tipo de políticos e intelectuales europeos que emplean un lenguaje sospechosamente virulento en cuanto oyen la palabra judío.

Es obvio que los bombardeos en poblaciones civiles son execrables sin paliativos. La inmensa mayoría de los israelíes que los han aprobado no lo ha hecho con alegría, sino con la fatalidad de una inevitable desgracia. Israel está muy harto de esta situación en la que el terrorismo ha venido triunfando día tras día en una causa que no tiene más horizonte que el acoso y la destrucción. Pero Hamás nunca va a cejar en su política terrorista porque responde a un plan divino y a una estrategia rentable. Y en esta diabólica perspectiva de las cosas es en la que Israel comete un error histórico, al no ser capaz de transcender el fango del medio plazo, no abordar el futuro, no dar un salto cualitativo en la espiral a la que le somete Hamás.
Ese salto sólo se puede dar con otra visión: la de que la mesa de negociación no está sólo en El Cairo o en París. La verdadera mesa de negociación está también en Teherán. Y esa negociación pasa por los siguientes interlocutores: unos EE.UU. que concedan un papel de peso político y de protagonismo a Irán, un Irán que anule la amenaza de Hamás y de Hezbolá, y un Israel que dé un gramo de confianza a los palestinos no partidarios de Hamás (que son mayoría) y los ponga a su lado en la mesa. Lo demás es absurdo, porque toda tregua temporal se verá rota en cuanto cualquiera de las dos partes necesite su dosis de sangre. ¿Y qué papel tiene aquí la Unión Europea? Hoy por hoy es una especie de “interlocutor a prueba” para Israel. Para serlo del todo, Europa ha de rebajar su desbordado caudal de prejuicios históricos, su maniqueo humanitarismo disneylandizado y su creciente pavor a criticar todo lo que significa islamismo. Sólo así Europa podrá acercarse a Israel por la puerta del desprejuicio y de la comprensión.

Pero en todo esto Israel es quien más ha perdido. Ha perdido muchísimo de su valía moral, de su compasión, de su imagen internacional, apareciendo como un país de carniceros. Se ha incrementado el antisemitismo por todas partes y se han liberado odiosos arquetipos negativos que se creían falsamente olvidados. Habrá que ver si Israel ha perdido también posibilidades de futuro, su exiguo capital. Sin embargo, a Hamás no le ha ido muy mal con su política de muerte y de terror, el único lenguaje que entiende. Ha triunfado la ceremonia de la confusión. Si bien me temo que eso justamente es lo que ha pretendido siempre Hamás: mezclarlo todo, confundir a todo el mundo, martirizar a toda su población con el instrumento de la poderosa y terrible venganza israelí, culpable también. ¿Sucederá al final –si es que estamos al final de algo- como sucedió en Líbano en el 2006, cuando, al término de la guerra, Irán puso unos cuantos millones para reconstruirlo todo? ¿Se habrá invertido otra vez un par de millares de civiles muertos (para Hamás todos habrán ido al Paraíso) y volverán a tener a su población en la miseria, caldo de cultivo del rencor? Hay que ser realistas: para romper ese bucle siniestro, habrá que hablar pronto con Teherán y dejar que tenga su poderío nuclear. Puede que la paradoja sea que el temido potencial nuclear de Irán, si se entiende como un derecho legítimo de un país soberano, salve a Israel a largo plazo. En suma, que el corral tenga más gallos: no han de ser todos amigos, sólo tienen que evitar picarse. Esto es lo que probablemente diga Obama.

Publicado en El País el martes 20 de enero de 2009.


 

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