Si nuestra vida es menos que una jornada
en la eternidad, si el año en su transcurso
caza nuestros días sin esperanza de retorno,
si perecedero es todo cuanto ha nacido,
¿en qué sueñas, alma mía prisionera?
¿Por qué te placen las sombras de nuestro día,
si para volar a más claros mundos
alas emplumadas llevas a la espalda?
Allí está el bien que el espíritu anhela,
allí el reposo al que todos aspiran,
allí está el amor y está el placer.
Allí, alma mía, al más alto cielo guiada,
podrás reconocer la Idea
de la belleza, que en este mundo adoro.
© 2008 Adolfo García-Ortega Todos los derechos reservados