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Yidish, amor y cábala

 

 

 

 

 

 

 

 

4 de mayo
Erri de Luca es nervudo y fibroso, sin un ápice de grasa, escala montañas y, al igual que Claude Lanzmann, posee esa mística del alpinismo que solo he encontrado de manera similar en mis hermanos. La escritura de Erri de Luca es un calco de su vida y de su cuerpo. Profundiza pero vuelve hacia atrás sin llegar a ser demasiado hondo, describe pero lo justo para iniciar una emoción, su fraseo es corto y escueto, su meticulosidad natural, sus novelas esquemáticas. La suya es una literatura franca, pero nada simple. Más bien es una destilación, como uno de esos licores claros y concentrados que salen al final de un elaborado proceso de búsqueda esencial. Sus novelas son paseos por altas cimas, por las que circula un aire puro y fresco, sin la menor ingenuidad pero con la máxima inocencia. Estas son las impresiones que me ha causado la lectura de su último libro, ‘El crimen del soldado’ (Seix Barral), y que son las mismas que me produjo el anterior y bellísimo ‘Los peces no cierran los ojos’.

Tímido y más bien callado, de este extraño escritor nacido en Nápoles se saben pocas cosas, solo las que él ha querido filtrar, y todas son llamativas y nada literarias: que de joven abordó la política radical en Lotta Continua, el grupo de ultraizquierda de los años 70, que trabajó en la construcción, que ha conducido camiones y que se ofreció de voluntario para llevar ambulancias en Belgrado durante los bombardeos de la OTAN en los 90, que descree de la política y de la ampulosidad de la palabra revolución, tan quimérica como venenosa, que escribe y vive como quiere, que no tiene hijos y no teme la muerte, que ama el sur y sabe bien que es imposible el diálogo con el norte, que estudió yidish cuando ya el yidish es una lengua muerta. O mejor dicho una lengua asesinada en crematorios.

Precisamente el motivo de estudiar este idioma hablado por los judíos del este de Europa, escrito en caracteres hebraicos y dialectalmente procedente del alemán, se explica en la primera parte de ‘El crimen del soldado’, una novela que arranca como autobiográfica. “El yidish –dice De Luca- se parece a mi napolitano. Ambos idiomas son rápidos, de palabras truncadas, idóneas para abrirse un hueco entre los gritos. Tienen la misma cantidad de mendigos y de supersticiones. Son competentes en miserias, emigraciones y teatros”. También Claudio Magris, coincidiendo con De Luca, escribió que el yidish pertenece “a la existencia cotidiana, tumultuosa e imperfecta”.

‘El crimen del soldado’ da luego un sorprendente giro y relata la insólita versión de un nazi que ha logrado camuflarse hasta su vejez y cuya historia, inaudita y kafkiana, es narrada por su hija. Un nazi que también estudió yidish y hebreo clásico y terminó por creer que en la Cábala estaba la verdadera fuerza del nazismo. Una locura, desde luego. Así De Luca lleva al lector a las puertas del asombro y la perplejidad, dos cualidades que siempre han caracterizado a otro italiano maravilloso con quien veo en De Luca algunas conexiones evidentes: Antonio Tabucchi.

6 de mayo
Casualidades. A la vez que leía la breve novela de Erri de Luca, leía también ‘Enemigos. Una historia de amor’ (RBA), de Isaac Bashevis Singer, recién publicada. Y lo curioso es que, en el arranque de su novela, Erri de Luca habla precisamente de I. B. Singer. Premio Nobel en 1978, Singer es el último gran novelista en yidish, y es un narrador titánico y portentoso que escribió siempre en esa lengua y tenía que ser traducido al inglés.

Todas sus novelas son absorbentes y de lectura fácil (dos obras maestras: ‘La familia Moskat’ y ‘Sombras sobre el Hudson’, por ejemplo). No es de extrañar su fama, ya que Singer escribía –y con enorme popularidad- para los judíos como él, establecidos en Estados Unidos, y para los que habían sobrevivido al Holocausto. Su obra entera supone una crónica que abarca desde los poblados rurales de judíos europeos de finales del XIX hasta la vida burguesa de los judíos neoyorquinos de los años 50 y 60. Casi todas sus historias, fantásticas o realistas, a lo largo de novelas y cuentos, giran en torno a dos polos: la opresiva tradición religiosa y la desbordante vida sexual, incluso podría decirse que, de un modo u otro, el tema central de las novelas de Singer es el adulterio. Sus novelas tratan básicamente de eso, de las relaciones matrimoniales y extramatrimoniales, y del contexto que las envuelve. ¡Pero qué arte despliega Singer para contar esas relaciones! No se puede dejar de leer ninguno de sus libros.

‘Enemigos’, además, riza el rizo porque cuenta un momento de la vida de Herman Broder, un hombre atormentado y temeroso que se relaciona con tres mujeres: viudo, casado nuevamente con una polaca, Broder tiene una amante judía y recibe la noticia de que su primera esposa no ha muerto y desea verlo. Un hombre ante tres mujeres que ama y que lo aman (y lo construyen). El morbo más intrincado está servido. En su día fue una novela de notable éxito, y fruto de ese éxito Paul Mazursky hizo en 1989 una versión cinematográfica con un memorable Ron Silver de protagonista en el mejor papel de su carrera. Qué gran actor fue, qué pronto murió.

 

© 2008 Adolfo García-Ortega  Todos los derechos reservados