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15M, la gran revuelta por venir

¿Qué está pasando? Porque lo que sea que esté pasando no ha acabado todavía. Mientras escribo este artículo, los llamados “indignados” o creadores de una protesta que ya se conoce como #spanishrevolution, siguen ahí, acampados en la plaza de la Puerta del Sol, en lo que algunos califican de minirrepública de carpas de plástico azul, cartones y maderos, aparente improvisación, sorprendente orden, admirable respeto general y envidiables discursos.

Todavía la gran mayoría se pregunta quiénes son, cómo han llegado a generar un interés y una simpatía solidaria tan grande. Pero lo cierto es que son muchos y de tan diversos orígenes, intereses y situaciones que es imposible adscribirlos a una sola tendencia. Pero sobre todo son jóvenes que ven su futuro hipotecado por la nada. Y esto confunde mucho a los partidos políticos. Piden, y con firme voluntad, una revisión de la inercia vacía de las democracias formales en los países desarrollados.

Pero hay que ceñirse a España, leer la revuelta primero en clave española. Los hechos son estos: una semana antes de unas elecciones municipales, una serie de ciudadanos, en su gran mayoría jóvenes, parados, personas sin futuro pese a su sobreabundante formación académica y profesional, pero también críticos de izquierda, antisistema, grupos radicales de corte anarquista, y sobre todo trabajadores arrollados por la brutal crisis económica que padece España, deciden protestar.

¿Contra qué protestan? Contras tres realidades que se agudizan ante las elecciones: 1) la hipocresía de los partidos, sus discursos absolutamente huecos y premeditadamente falsos, 2) la nulidad total de unos políticos profesionales que han demostrado no ya incapacidad resolutiva de los problemas reales sino una borreguil estupidez a la hora de diseñar estrategias adecuadas, y 3) una asentada corrupción entre la clase política, corroborada por la inclusión en las listas electorales de personajes imputados en procesos penales.

Manifestación 15M

La gente se ha echado a la calle y ha dicho basta ante este panorama, al que hay que añadir unas cifras de paro espeluznantes (20% de la población), un paro juvenil del 35%, una precariedad laboral del 45%, un sistema educativo de los más mediocres de Europa y la mayor tasa de abandono escolar (28%), un 80% de jóvenes que no pueden ni podrán emanciparse de su entorno familiar durante probablemente una generación. Y se ha echado a la calle mediante Internet, mediante mensajes de Twitter, el más poderoso boca a boca de hoy en día.

Y entonces es cuando han creado algo cuya dimensión ni ellos mismos imaginaban. Han atraído el descontento, el hastío y el profundo rechazo que otras muchísimas personas más, no tan jóvenes, no tan paradas ni tan de izquierdas (pero probablemente de izquierdas en general) llevábamos larvando. Necesitábamos el atisbo de una acción. Necesitábamos que alguien lo dijera en alto para que todos se sumaran con un “Yo también”. O lo que es lo mismo: Yo también estoy en contra de una clase política y de una democracia vacía que no nos representa ni nos permite expresar y aportar soluciones.

Porque todo un país ya no confía en sus instituciones. No confía en una banca que ha creado esta crisis por su codicia y encima ha pedido dinero público para continuar con su nivel de beneficios; una banca que ha paralizado el crédito que antes, de manera abusiva, falaz e incontrolada, daba, endeudando a los ciudadanos, engañados por el discurso simplón de prosperidad que los gobiernos de Aznar y Zapatero han esgrimido durante años. No confía en unos jueces que han demostrado servir a los intereses de los partidos de manera escandalosa, cuando no a intereses más oscuros y mezquinos. No confía en unos sindicatos que siguen empecinados en un discurso obrerista de corte clasista, cuando hoy las clases son muchas y hay niveles sociales nuevos (emigrantes, refugiados sin papeles, estudiantes en paro, jóvenes que cobran y cobrarán durante años mil euros de sueldo solamente, jubilados en edades productivas, empleados de pequeños negocios, empresarios de pequeños negocios, funcionarios depauperados, etcétera). Y sobre todo no confía en unos políticos ineptos, soeces, ridículos, que propician un permanente estado de sospecha y complot, que esgrimen discursos inmovilistas y xenófobos, políticos sin formación política, sin conocimiento de idiomas, sin experiencia probada para gestionar los problemas de los ciudadanos. Políticos que han asumido la corrupción como elemento natural de su condición profesional, y eso es perceptible en gobiernos de alcaldías y comunidades autónomas especialmente. Políticos, en fin, que han varado en un tipo de democracia formal, anquilosada, con recetas obsoletas para miles de situaciones nuevas.

Hay un mundo plural y fragmentario, un microcosmos social que va por un lado y una clase política que va por otro. Ahora mismo, en este contexto, nadie ha entendido que lo que define el futuro es precisamente una realidad cambiante y fragmentada. El fragmento es el concepto clave del siglo XXI. Las soluciones democráticas que vienen, la nueva democracia que se pide, ha de surgir del respeto y comprensión de esa fragmentación.

La pregunta que estos días más se oye es si las reivindicaciones que se han expresado tienen viabilidad en algún cauce político. Nadie lo sabe. También es fragmentario su futuro. Lo evidente es que en las miles de ingeniosas y lúcidas frases de esos ciudadanos anónimos hay dos factores sobre los que se cimenta una nueva ideología ciudadana: inocencia y verdad. Y habría que añadir una más: decencia. Si de aquí saldrá algo, será una mínima parte. El resto, como siempre que la juventud mueve el mundo, es poesía y quimera. Pero la sociedad, tarde o temprano, tendrá que incorporar esta creciente energía de protesta y de búsqueda. ¿Y dónde continuará todo? La virtualidad como futuro: en los foros (fragmentados) de Internet, en los foros que propicien determinado espíritu asambleísta y, sobre todo, en la cabeza de los jóvenes. Una parte de la juventud, con toda su pluralidad, ha empezado a moverse hacia un lugar siempre deseado: hacia delante. La juventud emociona y conmociona. Nadie lo puede parar.


 

© 2008 Adolfo García-Ortega  Todos los derechos reservados